diumenge, 1 de juny del 2014

Una bona reflexió de l'escriptora Belén Gopegui a diagonalperiodico.net:

La muerte del entrenador del Barça Tito Vilanova trajo hace unas semanas titulares que traslucían la inercia de ciertos juegos de palabras y algo más grave: la ineptitud para diferenciar entre lo que es común y lo que es personal. “Tito Vilanova no pudo remontar el partido”, o “el cáncer vence al entrenador”, decían. La profesión de Vilanova hizo más patente un enfoque que está siempre presente: “Ahora me toca pelear a mí”, declaró hace poco el hijo de Adolfo Suárez al comunicar la noticia de su enfermedad. Sin embargo, esa pelea, la lucha contra la enfermedad, en una sociedad que se respete a sí misma, ha de ser una lucha social.
El cáncer no venció a Tito Vilanova sino que nos venció a todos y a todas porque nos recordó que hemos preferido invertir en multitud de asuntos antes que en proteger a quienes lo necesitan.
Nos recordó algo aún peor, ni siquiera lo hemos preferido, hemos alimentado un sistema en donde esa elección: cuáles son las prioridades, al servicio de qué queremos poner la inteligencia individual y colectiva, ni nos corresponde ni puede, con las actuales reglas de funcionamiento real, correspondernos. Conviene tener siempre presente lo que supondría vivir en una sociedad que no dejase a los enfermos y las enfermas al albur de que millones de empresas decidan investigar o no una cuestión que puede dar frutos a demasiado largo plazo para ser considerada, por el capitalismo, rentable. El sufrimiento motivado por hambre, angustia, explotación, y también por enfermedades que la investigación y el cuidado del medio ambiente podrían haber remediado, delata nuestro fracaso colectivo siquiera porque no hemos logrado alterar las prioridades impuestas por una clase social.
Por eso, para que no escriban nuestro futuro, cada una de las veces que una noticia o una necrológica mencionara el sufrimiento evitable mediante la investigación y el cuidado, deberíamos escribir, o leer en lo no escrito, el plural: nos han derrotado, nos han vencido. Las enfermedades no derrotan a cada persona tomada de una en una, las vulneran, las matan, pero derrotan nuestro sistema, el que aceptamos por opresión o por omisión, el que define lo rentable en función de unos parámetros ajenos, cuando no contrarios, a la vida. Luchamos contra lo que, por profundamente equivocado, ya está vencido, aun cuando todavía domine mediante la violencia. 
Belén Gopegui